Todo en Calatañazor tiene sabor tradicional de remotas centurias y
atestigua el paso de los siglos como si éstos lo hubieran hecho medrosos
y de refilón, sin querer hacerse notar: calles empedradas con canto
rodado, casas con desplomadas paredes de tapial de barro y paja o tosca
mampostería de piedra, estructura y trabazón confiada a irregulares
rollizos de enebro, puertas protegidas por postigos de media altura,
cubiertas de teja sobre las que se alzan las genuinas chimeneas cónicas
pinariegas.
Un conjunto prototípicamente medieval en su interior y no menos en su
exterior, rodeado como está de recia muralla cuyos lienzos y cubos
cubren todo su perímetro, con excepción del flanco oriental.
La etimología del actual topónimo de Calatañazor lo haría provenir del árabe Qal`at an-Nusur
(قلعة النسور), que puede ser traducido por «Castillo de las Águilas».
En atención al origen árabe de su denominación cabría pensar que también
lo es el de la población; mas, no. El poblado se remonta a unos diez
siglos atrás, aunque no en su presente ubicación.